domingo, 5 de mayo de 2013

Ha pasado un año!

Ha pasado un año desde que soy mamá y los sentimientos y emociones han sido muchas a lo largo de este tiempo.  Mis estados de ánimo han sido como una montaña rusa, un día pude haber estado en lo más alto y al siguiente día en lo más bajo y podría decir hasta en lo subterráneo.  Me tocó el desafío de hacerle frente a un embarazo no deseado, yo que siempre había descartado la idea de la maternidad o que simplemente pensaba que era un hecho que se debía posponer.  Justo cuando empezaba a asimilarlo el padre de mi hija simplemente se dió cuenta que todo había sido muy precipitado, un error.  Qué decepción por haber confiado, qué frustración de no poder darle una familia al ser que crecía en mi, qué dolor de encontrarme sola y ante la incertidumbre de lo que vendría.  Mi ser destilaba tristeza, mi mundo se había venido abajo, mis planes no estaban más, no existía ya el "nosotros", me sentía excluída y relegada, pensaba que alguien se había decidido por mi pero mas bien alguien huyó de mi. Los días pasaban y me sumergí en una profunda depresión, no encontraba consuelo, no encontraba nada que le diera sentido a mi existencia, el llanto era en cierta forma mi manera de expulsar todo lo que sentía.  Mi familia, que en ese momento se convirtió en mi apoyo, luchaba por darme fuerzas pero yo permanecía en un estado de inercia, de apatía con la vida.  Transcurrieron algunos meses y mi barriga seguía creciendo a paso lento, empecé a reaccionar cuando en un reproche de mi madre me dijo que me responsabilizaba si algo le llegara a pasar a mi bebé por no poner de mi parte.  Empecé a darme cuenta de lo egoísta que me estaba comportando porque debía hacer a un lado mi tristeza y vivir mi embarazo a plenitud; afortunadamente llegaron los primeros movimientos en mi pancita, era como si mi hija me dijera desde adentro "Mami yo estoy aquí, no te olvides de mi", poco después mi ecografía indicando que era una niña fue como un aliciente ante esta situación, empecé a volcar todas mis energías en este embarazo, en este pedacito de gente que se desarrollaba en mi interior.  En cada control de mi embarazo me llenaba de nervios porque el doctor me iba indicando si mi hija estaba sana y gracias a Dios así fue.  Mi situación no era la mejor, las cosas no iban bien en mi trabajo y era tanto lo que faltaba que a veces me ponía a pensar cómo le iba a hacer para hacerle frente a la vida cuando naciera mi hija.  Afortunadamente Dios provee y comprobé que esto es tan cierto, que mi vida a lo largo de este año dio un cambio rotundo.  Muchas fueron mis lágrimas pero esas mismas lágrimas fueron cambiadas por sonrisas, por la alegría que solo un niño puede transmitir y por el sentido que le dio a todo.  Si bien es cierto sigo sintiendo que ya nada volverá a ser igual en mi porque al marcharse se desvanecieron muchas de mis ilusiones, creo que una parte de él se quedó conmigo, la más importante que es mi hija y por la que lucho día a día, siempre me repito "todo por ella y para ella".  Hoy en día intento que mi hija se aproxime a su papá, no ha sido fácil y tengo sentimientos encontrados pero creo que hago lo mejor, por lo menos lo intento, al dejarle la puerta abierta a un encuentro con mi hija le brindo la oportunidad de tener una imagen paterna.  Sarita Isabel es mi mundo, mi alegría, mi bendición y quien me hace recordar que debo ser mejor porque ella es una espectadora de mis actos.